Guitarra de Santos Hernández del año 1936, construida en Madrid en la calle Aduana 23.
Se trata de una guitarra increíble, con unos bajos profundos y con el equilibrio entre volumen y calidad característico de sus guitarras. La calidad tímbrica es destacable y la comodidad en la pulsación también.
La guitarra es muy liviana, su peso es de 1200 gramos, permitiendo vibrar a todo el instrumento al tocar y transmitiendo esta vibración al guitarrista.
Estéticamente, es una guitarra muy bella y ligera. Las maderas utilizadas para esta guitarra son las de pino abeto para la tapa armónica, ciprés para los aros y fondo, cedro para el mástil y ébano para el diapasón.
La roseta es una verdadera obra de arte con unas decoraciones muy bien trabajadas. El clavijero es mecánico.
El estado de la guitarra es muy buena, la condición para su uso cotidiano es perfecta.
Domingo Prat “Diccionario de guitarristas”, 1934:
“HERNÁNDEZ, Santos. -Notabilísimo guitarrero español. Nació en Madrid el año 1873. A la edad de diez años estuvo de aprendiz en una importante tienda de adornos y vestimentas para el culto católico; no sintiendo gran vocación por ello, entró a trabajar en el taller de la antigua guitarrería de Valentín Viudes (hijo), saliendo al poco tiempo para incorporarse a la de Ortega, pasando más tarde al taller de los renombrados González (hijo). En aquellos tiempos en que se trabajaba mucho y se ganaba poco, al parecer los directores o guitarreros dueños de taller, no serían del mejor carácter para con el joven San tito, o éste hacía mucha traición a su nombre de pila. No de otra forma se explica su constante cambiar de patrones.
Allá por el año 1893, España le exige sus servicios y, a pesar de su escasa talla, sirve durante cinco años en el cuerpo de artillería. Antes de finalizar el año 1898, Santos es devuelto al hogar sano y salvo, sin haber derramado su sangre en favor de una hipotética justicia. Entra de nuevo al arte de la guitarrería al lado del gran maestro madrileño Manuel Ramírez, con el que permanece hasta 1921, fecha en que fallece Ramírez, llegando a Santos Hernández los secretos de su construcción, y siguiendo en su carácter amable, modesto y sutil, que hacen hoy de Santos una persona de las mejores prendas y del más exquisito trato.
Como luthier posee vastos conocimientos en instrumentos de arco, siendo el preferido en sus trabajos de reparación, por el elemento del Conservatorio Nacional y los buenos ejecutantes de la capital española. Como guitarrero, está considerado el único e indiscutible “as” en los instrumentos para el género andaluz; y como guitarrero de ejemplares para concierto, es sin duda de los pocos muy buenos que merezcan el calificativo ampliatorio de “Gran maestro”. Sus guitarras “finas” son elegantes, sólidas en su parte sensible, que es la tapa; sus filetes y mosaicos son de un impecable refinamiento. Con gran sentido práctico y estético usa un filete de marfil en la caja armónica, que la resguarda de un desgaste probable, sirviendo a la vez de artístico marco color blanco, como el que en otro tiempo aplicara el célebre Altimira, de Barcelona.
La práctica en su larga labor lo ha erigido en respetable y autorizado perito en el conocimiento de las maderas para la construcción, factor éste parte de su gran éxito. Santos Hernández sabe dar a sus guitarras una bella sonoridad; las dota de un buen diapasón y una exacta medida en la tirantez de las cuerdas, cualidades que redundan en beneficio de un perfecto desenvolvimiento de la mano izquierda y agilidad y tacto en la derecha.
No es aventurado pronosticar que las guitarras de Santos Hernández experimenten una elevada valorización, cual corresponde a los mejores instrumentos de los más grandes maestros de la lutheria.”